domingo, 24 de febrero de 2008

Para acabar pintando el Sol

Ya ni los débiles rayos del Sol calientan. El invierno se deja ver demasiado, entre susurros y caricias del viento.
El césped castigado, amenaza con no volver a brillar, hasta que se afloje el frío abrazo de la escarcha, hasta que tus pisadas le infundan calor.
Aún espero terminar el dibujo de tu mirada, y pintar tu sonrisa, hoy no, quizá lo haga mañana.
Puede que ahora sea mejor opción tratar de dibujar el Sol en un cielo nublado.
O darle una tregua al reloj, y ver llover mientras tanto.
Será mejor.
Estar aquí tirada no ayuda a tratar de olvidarte, ni por asomo, a inventar lugares en los que sólo yo pueda estar. Cierro los ojos, para sentir el frío quemar mi piel, es una sensación agradable, siempre y cuando me obligue a buscar calor.
Ahora, es mejor opción pintar el Sol.

sábado, 23 de febrero de 2008

Cuenta diez atajos, y podrás ver el mar

Quiero decirte que estoy bien, que aquí, donde cada segundo se arrastra junto a un acordeón desafinado, soy feliz.
Pero es perder el tiempo.
Como los cien atajos de Machado, que no eran más que ciento diez mentiras. Como los acordes inventados que escribo en una servilleta por las mañanas, esos que nunca llego a escuchar. Como llover sobre mojado, y soñar sintiendo el mar.
Es perder el tiempo.
La frustración me saluda cada día con su sonrisa cargada de ironía, y yo le devuelvo el saludo, en un vano intento de indiferencia. La soledad me recuerda en un susurro que ya va siendo hora de despertar. Odio esa voz. Al igual que un Domingo soleado, cuando olvido donde debería estar, entre tu sonrisa y tus ojos, junto al olor a sal.
Quiero decirte que estoy bien, aún siendo un estúpido intento de defensa hipócrita. Aún tratando de sonreirle a mi frustración todas las mañanas, pensando en tu mirada y soñando con esos cien atajos, a los que nunca quiero llegar, por miedo a olvidar el significado de una mentira, por miedo, quizá, a no saber decirte si estoy bien o mal.

martes, 5 de febrero de 2008

Cartas de ayer

Querido tú:

Busco palabras que duelan. Para querer herirte, aunque no lo veas. Para que cada una de tus palabras, sean ahora mías.
Aunque salga perdiendo.
Quizá deje de morderme la lengua, de callarme una y otra vez, de aguantarte.
Quiero encontrar de veras esas palabras, para que sean mis oídos los tuyos. Para no querer entenderte.
Soy egoísta, no quiero soportarte más.
Tú eres prepotente, y te regodeas en una falsa victoria que no va más allá de tus ojos. Incapaz de pensar que puede haber algo que no ves. Sarcasmos que sólo tú entiendes, que pretendo no escuchar.
Fingir, ¿a qué te suena eso?
Puede que luego no quieras verme, y lo entenderé. Mas hazte esta pregunta, ¿quién mira por quién?
Prohibir, lo dijiste, y me encuentro ahogada en un vaso, lleno, tu vaso.
Sonríe, sé que leerás esto y sonreirás. Sé exactamente que te ronda por la cabeza cada segundo. ¿Y tú? ¿Qué sabes tú de mí?
Engañarte a ti mismo y crear una fortaleza inexpugnable, no es tratar de comprender.
Cerrar los ojos cuando mis palabras te golpean, no es asumirlo, es evitarlo.
Mirar por encima del hombro a alguien, no es quererle.
Es irónico, porque me estoy describiendo a mí misma, y yo no soy como tú.
Ahora la pregunta me la hago yo, ¿quién mira por quién?

Fdo: yo...

Querida tú:

Esperaré esas palabras.
Las esperaré para encontrarme contigo y no respirar, no cerrar los ojos, no querer huir.
Pero sé que al final acabaré haciéndolo. ¿Por qué?
Quizás mi victoria cada vez es más real en mi mente, donde sólo yo puedo verla. Donde sólo yo puedo sonreír con ironía.
Cierto, eres egoísta, nunca lo pretendiste, nunca intentaste comprender. Supongo que tu compleja y ocupada mente ni siquiera pensó que yo también puedo sentirme así.
Frustración por no saber que hacer o decir.
Fingir, ese fue uno de mis tantos errores, ¿y los tuyos? ¿te paraste a pensar lo que tú hiciste mal?
Yo miré siempre por ti, y eso no estuvo mal, la equivocación, es comprenderlo demasiado tarde, la equivocación fue no pensar por los dos.
Ahora es tarde, ¿pero alguna vez no lo fue?
Dime si en algún momento no sabías ya lo que iba a decir o hacer, eso me desesperaba, y lo sigue haciendo, porque estoy sonriendo a una hoja de papel.
Pedir perdón no sirve de nada ya, y escribir una carta, en el fondo, tampoco.
Haces bien en plantearte esa pregunta, aunque por una vez, yo ya sé la respuesta.

Fdo: yo...